TÚ NO ERES TUS PENSAMIENTOS (NI TUS EMOCIONES!)
Cuántas veces te ha pasado que encuentras dentro de ti un pensamiento y/o una emoción que no te gusta, por ejemplo celos, envidia, rencor, crítica… y apenas te das cuenta, te llenas de vergüenza pensando “qué envidiosa soy”, “cómo puedo ser tan rencorosa!” o “que horrible estar tan llena de juicios hacia la gente”.
¿No es raro que al mismo tiempo puedas SER envidiosa y SER alguien que rechaza la envidia? Es una experiencia confusa que llena nuestra cabeza de ruido.
La verdad (y la claridad!!!) en esta experiencia viene cuando te das cuenta de que en realidad NO ERES ninguna de las dos (o las tres, o las cuatro…) voces en tu cabeza.
No eres tu experiencia mental.
Lo que sea que estás experimentando, es eso, es parte de tu experiencia. Cuando comienzas a hacer un inventario de lo que tienes dentro de ti en un momento, te puedes dar cuenta que al mismo tiempo hay una parte de ti que siente envidia, mientras otra parte de ti siente vergüenza por sentir envidia, y es posible que haya otra parte racional tratando de hacer una explicación sobre por qué esta situación activa tu lado envidioso…
Es más, hay partes inconscientes que ante todo este movimiento en tu mente tal vez te quieren desconectar y de repente ya no estás oyendo ninguna de esas voces, sino que estás viendo Netflix.
Cada una de esas partes forma parte de ti, pero ninguna te define por completo.
Un lugar muy deseable donde estar, es este escenario (y me quedo con el ejemplo de la envidia porque es un sentimiento que suele hacernos mucho ruido):
Te descubres sintiendo envidia hacia alguien, te dices “ok, una parte de mí está envidiosa, muy envidiosa en este momento. ¿Qué más hay?”
Chequeas dentro de ti y ves que no quisieras sentirte así. “Una parte de mí rechaza la envidia, le parece infantil, o le da miedo que yo sea ‘mala’”
Puedes seguir viendo qué más hay. “Hay una parte vulnerable, algo que duele, que me hace sentir menos que los demás”
¿Qué más? “Hay un pensamiento que dice que sabe que esto es transitorio y que ese sentimiento no me define”
“Puedo sentarme con la parte envidiosa, la parte que rechaza la envidia, la parte vulnerable y su dolor y el conocimiento de que ninguna de ellas me define”.
Aaaaaaaah ya sé!!!! ¡Qué zen! Suena maravilloso, pero ¿cómo carajo llegamos ahí???????
El camino importante (no quiero decir largo, porque hay gente que lo hace muy rápido, ni difícil, porque una vez que lo conoces no lo es) tiene estos dos pasos:
Des-identificarte de la experiencia.
Esto es simplemente recordar, que lo que sea que estás viviendo no define la persona que eres, no es permanente, ni es lo único que hay en ti. Es como dar un paso atrás y poder convertirnos en testigos de lo que estamos viviendo.
Algunas veces, en meditaciones que he practicado, la persona que dirige dice: “ve qué está presente en tu mente, qué estás sintiendo. Ahora mírate a ti misma sintiendo eso”. Esta imagen suele ayudarme a darme cuenta de que hay una yo más allá de mi experiencia inmediata, la que es testigo de mí misma viviendo esa experiencia.
También es útil buscar alrededor de la experiencia, ¿qué más hay? Casi siempre podemos encontrar algo más. Un pensamiento, emoción o sensación en relación con eso que estamos viviendo, o independiente de eso. Al ver qué hay más podemos saber que nosotros somos ese espacio donde hay más, somos el contenedor de la experiencia.
¿Se está complicando? ¡Te voy a hacer una guía con técnicas sencillas, y prácticas! (nada filosóficas) para aterrizar esto y que aprendas a des-identificarte de cualquier idea o emoción, aunque en ese momento parezca que es lo único que puedes sentir.
Ofrecer tu presencia, Self o atención plena a esa experiencia.
Una vez que nos des-identificamos, podemos saber “esta envidia no soy yo. Es una parte de mí, yo la estoy sintiendo ahora, pero hay otras cosas en mi / no siempre me siento así”.
Cuando sabemos eso, por lo general encontramos algo de calma, o espacio para poder acompañar esa experiencia. Ofrecer nuestra compañía a una emoción, a un pensamiento, a una creencia, a una parte que nos critica o que nos hace tenerle miedo al mundo, es lo contrario de lo que solemos hacer (porque no sabíamos que eso se hacía!), pero es justamente lo más útil y poderoso.
Acompañar a nuestra envidia del ejemplo, sería tan sencillo como saludarla, encontrar cómo se manifiesta en nuestro cuerpo, decirle “estoy aquí con interés y curiosidad, sin querer cambiarte”, respirar con ella, y estar atentos a las otras cosas (ideas, emociones…) que van a aparecer con relación a ella, para atenderlas de la misma forma.
No debemos sentir miedo de reforzarla o creer que nos estamos dando permiso para ser así. No vamos a SER así. Justo cuando aceptamos un sentimiento (“hola, te veo, estoy aquí contigo”), disolvemos la tensión y ese sentimiento puede seguir su curso. Como un niño que llora, si lo atendemos, se calma. Si lo ignoramos, se agita más.
Con esta práctica nos vamos separando, des-identificando de cada parte que aparece hasta quedarnos en nuestro centro curioso y compasivo. Este centro (presencia, atención plena, Self) se va haciendo más y más accesible con la práctica, y aunque casi nadie se queda allí permanentemente, es reconfortante recordar que tenemos un camino para ir allí.
¡Espero que este camino te traiga paz y te ayude a ser más tú cada día!