¿Cómo elegir un terapeuta?
Una vez que has tomado la valiente decisión de ir a terapia, aparece la próxima pregunta, “con quién voy?”.
La primera vez que yo fui a terapia ya era estudiante de psicología. Algunos de mis profesores eran terapeutas, muchos de mis amigos iban terapia y yo tenía acceso a información sobre los tipos de terapia que existen. ¡Y aún así, estaba muy confundida! Tuve que probar con varias personas hasta que di con alguien con quien me sentía cómoda para tratar cada aspecto que mi mente necesitó explorar.
La mayoría de mis pacientes llegan a mí por referencia de alguien que ya ha trabajado conmigo y me confiesan que no saben qué es lo que yo hago, ni qué hacen otros terapeutas. Es muy natural no saber sobre especialidades y marcos filosóficos de una disciplina que nos es ajena, así que en este artículo me propongo darte una guía sobre lo que existe allí afuera para que conozcas tus opciones al elegir un terapeuta.
Preferencia de alguna característica personal.
Sin necesidad de saber mucho sobre sus teorías o métodos, es posible que de entrada sepas que te sentirías más cómoda trabajando con una persona aproximadamente de tu edad, mayor a ti o más joven. También puedes tener una preferencia acerca de trabajar con un hombre, una mujer, o una persona de género fluido.
Es muy posible que desees trabajar con alguien que se especialice o incluso que tenga experiencia personal en ciertos temas o poblaciones, como la maternidad/paternidad, la inmigración, pertenencia a la comunidad LGTB+, ser una persona altamente sensible, neurodiversa, etc.
Este criterio es muy válido, ya que si bien los terapeutas no ayudamos desde nuestras experiencias personales, saber que existe esta característica en común en un aspecto importante de tu identidad, te puede dar confianza en que tu experiencia será entendida y respetada.
Formación académica y experiencia profesional.
El próximo aspecto al que querrás prestar atención es la formación académica y experiencia de quien se convertirá en tu terapeuta.
En algunos casos una persona puede terminar una carrera universitaria en Psicología o Trabajo Social y comenzar a ofrecer ayuda como terapeuta; sin embargo, mi recomendación es acudir con alguien que haya hecho al menos estudios de postgrado o especialización en las áreas específicas de Psicología Clínica o Psicoterapia.
Aún más ideal es que encuentres a alguien que además tenga formación en modelos específicos de psicoterapia diseñados para tratar los temas que más te interesan.
¡Si has encontrado a alguien y no tienes acceso a esta información en su página web, o perfil público, no dudes en preguntarle cuando hagas tu primer contacto!
Tienes todo el derecho de saber cuál es su formación profesional y cuántos años de experiencia tiene.
Acreditación.
Los requisitos para llamarse legalmente “terapeuta”, “psicóloga”, “consejero”, etc. y trabajar directamente con pacientes, varían entre países. Si para ti es importante saber que tu terapeuta está supervisado por un instituto regulador de su profesión, tendrás que informarte de cuáles son las designaciones profesionales en la localidad donde ejerce (ejemplos de organismos reguladores son “Colegio de Psicólogas y Psicólogos de Chile”, o “California Board of Psychology”, o “Colegio Colombiano de Psicólogos”).
Los grupos que otorgan estas designaciones garantizan que sus miembros son profesionales, han sido supervisados y evaluados, se mantienen en formación continua y no tiene antecedentes criminales. Esto puede ser importante para darte confianza en su ética y formación.
También puede ser necesario para solicitar que tu seguro privado de salud cubra el costo de tu terapia (recuerda que por lo general esto solo es posible si el servicio se presta en la localidad donde tu terapeuta está certificada y/o tú estás asegurada).
¿Psicólogo o Coach?
No es posible generalizar y no hay un criterio claro sobre qué es mejor, ya que hay coaches con formación y conocimientos tan profundos como los psicólogos, así como hay coaches que se especializan en modelos más limitados de ayuda.
Si esto te brinda algo de claridad, los coaches no hacen diagnósticos ni se aproximan a la experiencia de sus clientes desde las distinciones que hacen la psicología clínica y la psiquiatría.
Esto no quiere decir que el enfoque de un psicólogo sea necesariamente patologizante, sino que el psicólogo está preparado para identificar la patología mental y tratarla en caso de ser necesario. También conoce a profundidad el proceso de desarrollo de la personalidad, lo que le ayuda a integrar información de tu vida actual y de tu pasado.
Enfoque terapéutico.
Este es un tema muy extenso que intentaré resumir clasificando los enfoques de terapia en tres amplias categorías.
1. El primer grupo de enfoques tiene como objetivo que los síntomas disminuyan de forma significativa para el paciente. Si por ejemplo alguien va a terapia porque tiene temor a participar en situaciones sociales, la terapia tendrá como objetivo que esta persona adquiera confianza para socializar con más comodidad. Los objetivos de la terapia son específicos.
Ejemplos de estos enfoques son la terapia conductual y la cognitivo-conductual, que son las más populares en Norteamérica.
2. Terapias orientadas a descubrir el origen inconsciente de los síntomas. En este segundo grupo se incluyen el psicoanálisis y las terapias psicodinámicas, que buscan ayudar a la persona a encontrar el origen de su malestar presente, entendiendo que este es una forma de expresarse un conflicto que está guardado en el inconsciente.
En el caso de la persona con ansiedad social, la terapia intentará ayudarle a descubrir si un aspecto profundo de su identidad, o alguna dinámica interpersonal o evento de su historia, tienen relación con su síntoma actual. El objetivo es mucho más amplio que en el grupo anterior de terapias y promueve no solo la disminución del síntoma, sino el autoconocimiento.
Ambos grupos se engloban en la categoría de terapias de conversación. Como su nombre lo dice, son modelos de terapia que para el paciente se traducen en iniciar un diálogo sobre lo que le pasa que conduce a la indagación. Estas terapias esperan que los cambios que ocurren en la narrativa de un paciente “bajen” o se concreten en su vida cotidiana y en su experiencia completa de sí mismo. Por eso en la actualidad los llaman “de proceso descendente”, en contraste con los enfoques que paso a describir.
3. En los últimos años, se ha desarrollado y reconocido una categoría amplia de enfoques terapéuticos integrativos o somáticos, que en lugar de basarse exclusivamente en el lenguaje y la razón, incluyen cómo la experiencia psicológica se vive en el cuerpo.
Las intervenciones suelen estar orientadas a desarrollar conciencia somática o interocepción, es decir, la capacidad de sentir el estado interno del propio cuerpo.
Estos modelos son integradores y holísticos, ya que ayudan a la persona a conectar su experiencia completa y promueven la armonía entre la razón, la emoción y el cuerpo. Se han llamado “de proceso ascendente” porque permiten el acceso a funciones del sistema nervioso asociadas con la emoción y las respuestas automáticas, además de las áreas superiores del cerebro asociadas a la razón y al lenguaje.
Este es un esquema muy simplificado, pero espero que te ayude a hacerte una idea de lo que intentamos decir los terapeutas cuando hablamos de los enfoques que utilizamos.
Madurez y calidad humana.
Este aspecto es quizás el más difícil de evaluar, y también el más importante. Me refiero a características fundamentales en una persona para que se convierta en tu compañera en el camino de conocerte mejor a ti misma.
Aquí incluyo apertura y aceptación incondicional (no mirar desde sus juicios); respeto profundo por la experiencia humana en general y por tu experiencia de vida en particular; madurez para poder manejar los aspectos propios que se le puedan activar sin contaminar tu espacio terapéutico; respeto por tu ritmo y tu estilo de comunicarte; profunda empatía y sensibilidad para conectar con tu emoción.
Hay varias actividades que nos ayudan a los terapeutas a reunir en la mejor medida esos atributos: nuestra formación profesional, nuestra experiencia, pero más importante aún, nuestra propia terapia. Lo mejor que le podemos ofrecer a nuestros pacientes es mantenernos nosotros mismos en el proceso de conocernos en el contexto de una relación terapéutica.
¡Así que siéntete libre de incluir “vas a terapia?” entre las preguntas que le harás a tu futuro terapeuta!
Y no dudes en “entrevistar” a varios terapeutas antes de elegir a quien te acompañará en el camino de conocerte mejor.
Resumen:
Lista de preguntas para tus opciones de terapeuta:
- ¿En qué población te especializas?
- ¿Te especializas en algún tipo de problema?
- ¿Cuál es tu formación profesional?
- ¿Cuántos años de experiencia tienes?
- ¿Qué enfoques de terapia usas? ¿De qué se tratan?
- ¿Cómo transcurre una sesión de terapia?
- ¿Vas a terapia?