¿Cómo saber si necesito ir a terapia?
¡Hola!! Si estás aquí, seguramente estás curiosa sobre ir a terapia, ya estás asistiendo, te preocupa o interesa tu propia salud mental, o la de un ser querido.
Como terapeuta, cada persona que llega a mi consulta me produce admiración, porque sé que la cultura latina ha hecho que no sea fácil pedir ayuda. Además, reconozco que el proceso de decidir si lo que necesitamos es ir a psicoterapia u otra cosa, es muy solitario y pesado.
Por eso quiero ofrecerte una guía para identificar si tú necesitas asistir a terapia (spoiler alert: ¡yo creo que todo el mundo se beneficiaría de ir a terapia!, pero vamos a verlo con más calma).
1. ¿Tengo malestar emocional o emociones que no comprendo?
Esta es la razón por la que más comúnmente las personas se dan cuenta de que necesitan ayuda.
El malestar emocional es una parte normal de la experiencia humana, estamos dotados de la posibilidad de sentir muchas emociones que tienen la función saludable de informarnos si estamos seguros, satisfechos, siendo fieles a nosotros mismos y en armonía con nuestro ambiente.
Sin embargo, cuando una emoción como tristeza, rabia o miedo se establece como nuestro ambiente mental habitual, debemos preguntarnos a qué se debe. Lo mismo que si nuestras emociones cambian muy rápidamente o nos hacen perder el control sobre nuestra conducta, o si se han “aplanado” tanto que casi nada nos mueve emocionalmente.
Todas estas son manifestaciones de un malestar que requiere ayuda. En la terapia puedes aprender a sentir tus emociones de una forma que se sienta segura y que les permita fluir de manera saludable, así puedes aprovechar su valor informativo sin que se vuelvan abrumadoras.
2. ¿Siento que no entiendo mis pensamientos, que estos me perjudican, o que no confío en mi propio criterio?
Nuestra mente es tremendamente compleja. Dicho en un lenguaje sencillo, tenemos muchas “partes” que a veces entran en conflicto entre sí. Cada una de estas partes tiene una función útil, pero a veces en respuesta a eventos traumáticos o estresantes, estas partes asumen roles extremos que nos someten a una gran presión interna.
Ejemplos de estos roles extremos (de partes en esencia útiles) son el perfeccionismo, la autocrítica, la necesidad de complacer a los demás y dificultad para establecer límites, la dependencia, la desconfianza extrema, las dificultades para tomar decisiones, dudas sobre nuestro merecimiento o valor, la pasividad o estancamiento, el pesimismo, la critica y juicio hacia los demás.
Las voces de todas estas partes a veces se convierten en un ruido confuso que nos genera desconfianza en nosotras mismas y ansiedad. La terapia te puede ayudar a hacer sentido de ese ruido mental, a encontrar compasión para ofrecerle a cada aspecto de tu mente y poder escuchar su mensaje con claridad.
Así no solo encuentras más armonía (menos ruido mental) sino que aprendes sobre la función positiva (no extrema) de cada una de esas partes y puedes ponerla a trabajar en tu beneficio.
3. ¿Los ritmos de mi cuerpo fluyen armoniosamente? ¿Estoy en contacto con mi cuerpo?
Los sistemas de nuestro cuerpo (sistema nervioso, endocrino, inmunológico, etc.) tiene un lenguaje común, se comunican entre ellos constantemente y se afectan entre sí. Por este motivo, cambios notorios en tus patrones de sueño, de alimentación, de concentración y actividad, así como enfermedades frecuentes, pueden estar hablando de un malestar emocional que no ha encontrado forma de simbolizarse (es decir, de expresarse en la conversación, en sueños, en emociones, en alguna actividad creativa, etc.).
Por otro lado, nuestro cuerpo sostiene nuestro mundo interno, nos sirve como vehículo para relacionarnos con el entorno y traduce nuestras emociones. Si perdemos nuestra conexión con él, perdemos una brújula que nos guía hacia la persona que somos y hacia nuestras necesidades psicológicas.
La terapia, y en especial los modelos de psicoterapia “integrativos” que procuran fortalecer la relación razón-emoción-cuerpo, nos ayudan a volver a nuestro centro y a que nuestros sistemas funcionen en conjunto, devolviéndonos el acceso a fuentes de sabiduría interna que se encuentran justamente en el cuerpo y en las emociones.
4. ¿El problema es mío, o de mi ambiente?
Estar en relación con otras personas y estar en ambientes que demandan que asumamos ciertos roles, es fuente de mucha actividad mental y a veces resulta confuso saber dónde está el origen de nuestro malestar.
Es posible que ciertas relaciones cercanas (o los roles que desempeñamos) nos generen culpa, sentimientos de inadecuación, sensación de que tenemos que trabajar demasiado para pertenecer, sensación de que no podemos ser auténticas. Si este es tu caso, vale la pena que intentes ver la dinámica de la relación desde una posición objetiva, identificar qué aspecto propio participa activamente o tolera esa dinámica y recibir apoyo si necesitas hacer cambios en esa relación.
La terapia también te puede ayudar a desbloquear herramientas útiles de tu propia mente como la creatividad, la autocompasión, la valentía, que te pueden ayudar a lidiar con relaciones complejas o incluso con situaciones externas que no puedas cambiar.
5. ¿Tengo alguna barrera para recibir la ayuda de un terapeuta?
Por último, revisa si tienes alguna de estas barreras para pedir ayuda:
• ¿Tienes prejuicios acerca de recibir ayuda o de la terapia?
• ¿No sabes cómo buscar un terapeuta?
• ¿Crees que el malestar es parte normal de la vida y te hace más fuerte lidiar con eso por ti misma?
• ¿Te da miedo depender de alguien?
• ¿Has tenido alguna experiencia previa negativa en terapia?
• ¿Sientes vergüenza de exponer tus emociones o partes de tu historia ante alguien que no conoces?
• ¿Te sientes pesimista con respecto a la posibilidad de cambiar?
Todas estas posibles barreras están basadas, probablemente, en experiencias negativas previas, o en esquemas de ver el mundo que son muy auto-exigentes. La mayoría de los terapeutas estamos capacitados para ayudarte a procesar estos temas antes de tratar otros más delicados y avanzar en la medida que vayas sintiendo seguridad y confianza.
Pero también vale la pena que participes en comunidades relacionadas con la salud mental, para que te familiarices con el lenguaje y puedas ir disolviendo algún prejuicio que te esté impidiendo ir a terapia.
Actualmente, hay servicios de psicoterapia accesibles para casi todos. Hay servicios presenciales y en línea, el rango de precios es muy amplio, la terapia en línea pone a tu alcance a profesionales en tu propio idioma, y también hay muchas especialidades distintas entre las que puedes escoger aquella que te parezca más cercana, lógica o adecuada.
Muchos terapeutas ofrecemos un primer contacto gratuito para evaluar la posibilidad de trabajar en conjunto, aprovecha ese recurso y prueba con varias personas hasta que encuentres quien te dé “feeling” (esa conexión es importante). En ese primer contacto puedes explorar cómo se siente conversar con esa persona sin tener que entrar de lleno en tu historia y puedes preguntarle sobre su forma de trabajar.
En fin, tener ciertas barreras es normal, pero recuerda que el proceso de terapia puede ser gentil, respetuoso y sobre todo, adaptado a quien tú eres en este momento y en tus circunstancias, así que usa los recursos que hay para sentirte mejor y vivir una vida coherente, armoniosa y llena de sentido.
¡Te deseo lo mejor en tu camino de autoconocimiento!
Resumen:
Asiste a terapia si estás experimentando:
• Irritabilidad, ansiedad, tristeza (que son muy frecuentes y no responden a una situación particular).
• Cambios en los patrones de sueño, alimentación, o dificultad para encontrar rutinas que te resulten beneficiosas. Enfermedades frecuentes o desconexión con tu cuerpo.
• Cambios de humor.
• Sensación de no poder confiar en tu propio criterio o no saber tomar tus decisiones.
• Sensación de que se ha cerrado o disminuido tu perspectiva de las cosas, tu creatividad, tu iniciativa, o en general tu contacto contigo misma.
• La sensación de que tus obligaciones te absorben por completo y no tienes espacio o recursos para el disfrute, el descanso o actividades que te resulten estimulantes y nutritivas.
• Predominan en tu mente pensamientos pesimistas, de culpa, o de desconfianza en los otros o en ti misma.
• Sensación de tener demasiado ruido mental y no entenderte o no poder descansar de los pensamientos.
Si después de leer este artículo y de indagar un poco más en ti decides que sí quieres asistir a terapia, tal vez te interese mi próxima guía: ¿Cómo elegir un terapeuta?